SAN JUAN

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La noche de San Juan

Nuestros antepasados organizaban sus fiestas en función de los ciclos de la naturaleza. Los momentos más señalados eran los cambios de estación y la llegada de los solsticios; el de invierno (21 de diciembre) y el de verano (21 de junio). El día de San Juan, el día más largo del año, está relacionado con esta última fecha y con la llegada del verano y del sol. Se creía que el sol ese día aparecía en el horizonte danzando, y por eso la gente subía a los montes para ver el amanecer.

Existen muchas creencias, tradiciones y ritos ancestrales ligados a este santo y a este día. Entre ellos, los más conocidos e importantes son los relacionados con el fuego, el agua y las plantas.

El fuego de San Juan

Es el símbolo más representativo de esta fiesta. El sol nos inunda de luz y calor, al igual que el fuego; por eso ambos aparecen unidos en todas estas celebraciones. De víspera, al anochecer, se encendían fogatas en las plazas, caseríos, campos y cruces de caminos. Hoy día también sigue siendo así. La gente se congregaba alrededor de estos fuegos y saltaba por encima mientras recitaban diferentes fórmulas: “San Juan, San Juan berde, artoa eta garia gorde, txantxikuak eta zapoak erre, biba San Juan berde” (San Juan, San Juan verde, protege maizales y trigales, quema sapos parteros y sapos comunes. ¡Viva San Juan verde!) o esta otra: “San Juan Bautista, onak barnera, gaitza kanpora, bakea eta osasuna komeni bada. Sarna fuera” (San Juan Bautista, lo bueno dentro, lo malo fuera, paz y salud si convienen. Fuera la sarna).

Estos fuegos tienen la virtud de proteger al hombre de las enfermedades, sobre todo de las que afectan a la piel. Incluso a los animales se les hacía pasar por encima de las cenizas, para que estuviesen libres de cualquier mal. También recorrían los campos sosteniendo la leña que estaba ardiendo y pedían que el fuego los alejara de ladrones, brujerías o cualquier alimaña.

El agua

El agua de mar, de los ríos y de las fuentes, incluso el agua del rocío de la mañana, tenía propiedades especiales que no tenía el resto de los días del año. El agua de la víspera de San Juan es especial. A las doce de la noche, se dice que las piedras se convierten en pan y el agua en vino.

En Euskal Herria, al amanecer, ha sido común andar sobre el rocío, andar descalzo sobre la hierba, andar desnudo entre el trigo o limpiarse la cara, las manos y los pies en las fuentes. Se creía que todas estas prácticas ayudaban a combatir y a prevenir enfermedades de la piel (tiña, lepra, sarna, etc.). En Nafarroa, al rito de bañarse en algún río o fuente durante la media noche de la víspera de San Juan o la mañana siguiente le decían la sanjuanada.

Por otra parte, en Nafarroa, la noche de la víspera de San Juan las mujeres estériles se acercaban a las fuentes para beber agua y frotarse la tripa con alguna piedra de la fuente, con la esperanza de quedarse embarazadas.

Las plantas

La víspera de San Juan se preparaban ramilletes compuestos por hierbas silvestres, flores, plantas de trigo y maíz, dientes de ajo, ramas de manzano… Al día siguiente se bendecían en la misa mayor y se dejaban en el desván para que se secaran. Cuando había tormenta se quemaban algunas hierbas de ese manojo. Las plantas que no se quemaban durante el año, se arrojaban al fuego de San Juan.

El día de San Juan se organizaban salidas al monte para cortar ramas de fresno y espino albar. Se colocaban a ambos lados de la puerta principal o en el balcón antes del amanecer, con el propósito de proteger la casa y sus habitantes de los rayos y de las tormentas. Estas ramas permanecían todo el año en la puerta y se quemaban en el fuego del siguiente año. Este es un rito que todavía sigue vivo en muchos caseríos. En Nafarroa, en cambio, se coloca una carlina, ya que creen que representa al sol. Esta flor es el amuleto utilizado contra las brujas y los malos espíritus; también se utiliza para proteger al ganado.

Además de las plantas, los árboles también tienen su relevancia en estas fiestas de verano. En muchos pueblos se coloca un tronco de fresno o de álamo sin ramas en medio de la plaza o delante de la iglesia. El árbol se coge allí donde esté, incluso sin el permiso de su dueño. Se adorna el tronco con diferentes plantas y flores y en la punta se coloca un monigote hecho de trapos viejos y paja. En ciertos lugares se quema este tronco, pero en otros, simplemente se espera a que se marchiten las flores para retirarlo.

Para terminar con los ritos de la festividad de San Juan, debemos mencionar el que se llevaba a cabo para curar la hernia de los niños pequeños. Para ello, normalmente, se utilizaba el tronco de un roble o de una encina. En este acto participaban dos varones de nombre Juan. Uno de ellos cogía al niño en brazos antes de que el reloj diera la media noche. Con la primera campanada diciendo “Juanek uzten zaitu” (Juan te deja), se lo daba al segundo pasando el niño entre dos ramas o por el corte que se le había hecho al tronco con el hacha. El segundo hombre recibía al niño en brazos diciendo “Juanek hartzen zaitu” (Juan te coge). Este movimiento se repetía una y otra vez hasta que acababan de sonar las campanadas. Después se ataban las dos ramas o se cerraba el corte practicado al tronco, y si el árbol sobrevivía el niño sanaría; no así si el árbol se secaba.