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GUIÓN

Caro Baroja denominó “la estación de amor” al período del año que forman mayo y junio, el tiempo en que canta el cuco. Han pasado ya los fríos invernales, el sol ha comenzado a calentar, la naturaleza brota con fuerza y tanto los animales como las personas renuevan sus fuerzas. Esta época feliz dura hasta finales de junio. Es la estación en la que prestamos especial veneración a árboles, flores y plantas en general.

Los pueblos antiguos han rendido un respeto cuasi religioso al árbol. Un claro ejemplo de ello es la costumbre de plantar el mayo que aun hoy se sigue celebrando el 3 de mayo en la pequeña localidad de Done Bikendi Harana. Ese día dos o tres mozos se desplazan al monte a cortar el haya más tiesa y larga que encuentren para acarrearla al pueblo. Al atardecer, la izarán y allí permanecerá hasta el 14 de septiembre, para que proteja al pueblo de todo mal. De ahí precisamente que el propio árbol reciba la denominación de mayo. En Lesaka se practicó igual costumbre aunque hoy día se haya perdido. La noche del 30 de abril en las casas de las muchachas se colocaban árboles de mayo: a las distinguidas árboles hermosos y a las que no lo eran tanto, por el contrario, saúco.

La tradición llamada Erreginetan (A reinas), vestigio de antiguas fiestas de primavera, también se celebra en mayo. Si bien se trata de una costumbre que en la mayoría de los lugares se ha desvanecido, todavía se conserva en Baztan. De unos lugares a otros se observan pequeñas variaciones, pero los protagonistas han sido uno o más grupos de niñas de entre ocho y doce años. Una de ellas hace el papel de Maya o reina. En algunos lugares la reina se solía sentar sobre una mesa mientras sus ayudantes, entonando canciones de cuestación, recogían dinero de los viandantes. A finales del siglo XVIII, Carlos III y Carlos IV prohibieron Las Mayas. 

Hay una fiesta, a comienzos de junio, que ha tenido gran relieve entre las celebraciones religiosas: el día del Corpus Christi. En Lapurdi y en Nafarroa Beherea se la conoce como Besta Berri. Se sigue celebrando en unos pocos lugares. Se festeja dos domingos de junio y además de un desfile espectacular, cuenta con una singularidad: el baile que tiene lugar dentro de la iglesia. Entre los vascos de otros tiempos estuvo extendida la costumbre de danzar en el interior del templo, pero se prohibió en el siglo XVI. Se cree que es una tradición introducida en Euskal Herria en el siglo XIV aunque la indumentaria utilizada hoy día corresponde al XIX. En el sur de nuestro territorio la mejor muestra la podemos encontrar, sin duda, en Oñati. Aun así, antiguamente la celebración estuvo más extendida y debía de ser más vistosa ya que, al parecer, contaba con gigantes y dragones.

Poco a poco nos hemos acercado al momento cumbre, junto a la Navidad, del calendario tradicional: el solsticio de verano. Nuestros antepasados hacían sus celebraciones basándose en los ciclos de la naturaleza y festejaban sobre todo los dos solsticios -el de invierno, el 24 de diciembre, y el de verano, el 24 de junio-.

Desde que se percataron de la influencia que este acontecimiento ejerce durante el año, el solsticio de verano, por fuerza, ha sido fuente de numerosos ritos. Los días más largos del año, con alrededor de 15 horas de luz, son las jornadas que van del 21 al 24 de junio. De ahí en adelante hasta Navidad, van disminuyendo las horas de luz. Lo que se celebra con este solsticio es la llegada del verano, la época de más sol. Estos días están dedicados al Señor Sol. Tiempo después la Iglesia católica, al igual que estableció la festividad del nacimiento de Cristo en el solsticio de invierno, hizo lo propio fijando la de San Juan Bautista en la fiesta que el pueblo celebraba en verano. Así es como los dos puntos de vista se mezclaron y al sol le llamaban también Juan o Joanes.

La consideración que se le ha tenido al sol en Euskal Herria se muestra en muchas manifestaciones. Los dólmenes, las tumbas y los cuerpos de los difuntos están orientados al este, es decir, mirando al sol. Al ocultarse se le dirigían también breves oraciones del tipo: “Adios amandre, bihar artio” (Adiós Señora Madre, hasta mañana), “Ekia, igorri zadak ederrago bat” (Sol, envíanos uno más hermoso) o “Bihar artio Joanes!” (¡Hasta mañana Joanes!).

En nuestro país la carlina ha sido la imagen del sol, se ha tomado como su representación. El día de San Juan se colocaba en el portal de la casa. Se dice que si las criaturas de la noche -brujas, diablos, lamias- ven esta imagen solar no se atreven a entrar. Protege también la casa de tormentas y rayos.

Los ritos de celebración del solsticio de verano se pueden agrupar en torno al fuego, al agua y a las plantas.

En toda Euskal Herria está muy extendida la creencia de que en la mañana de San Juan el sol aparece en el horizonte danzando. En Zeanuri, por ejemplo, solían ir descalzos al Gorbeia para ver amanecer.

Pero el símbolo principal de esta celebración es el fuego de San Juan. Todavía se sigue haciendo en las plazas de los pueblos, en los caseríos, heredades y cruces de caminos. Se juntaban en torno a este fuego ancianas y ancianos, muchachas y muchachos, y saltaban sobre él unas tres veces mientras recitaban fórmulas mágicas: “San Joan, San Joan berde, artuak eta garixak gorde, lapurrak eta sorgiñak erre. Biba San Joan berde!” (San Juan, San Juan verde, protege maizales y trigales, quema ladrones y brujas. ¡Viva San Juan verde!) (Elgeta). 

En Urdiain son las muchachas jóvenes las que cogiéndose las manos junto al fuego, entonan una canción especial y echan conjuros.

En otro tiempo, en este fuego se solían quemar las flores y las hierbas sobrantes del ramo de San Juan de la celebración anterior. El poder de este fuego es grande, se le pide casi todo: que aleje la sarna, que proteja de las brujas, que cuide de la cosecha, que cure enfermedades… 

El segundo grupo lo conforman los ritos del agua. El agua del mar, de los ríos y de las fuentes, así como el rocío, gozan de una virtud especial ese día. Se dice que la víspera de San Juan, a las doce en punto de la noche, las piedras se convierten en pan y el agua en vino.

Caminar descalzo antes del amanecer sobre la hierba mojada por el rocío ha sido una costumbre muy extendida en toda Euskal Herria. Hombres y mujeres tomaban el Rocío de San Juan y, en ocasiones, en compañía de las ovejas.

En algunas localidades navarras quienes no querían padecer sarna solían andar desnudos tomando el rocío en el trigal.

En esos días, hasta las aguas de los ríos y de las fuentes tenían propiedades especiales. Por ese motivo, antes del amanecer acudían a esos lugares a lavarse las manos, la cara y los pies. En Nafarroa, al rito de bañarse a las 12 de la noche en las aguas de un río o una fuente llamaban la sanjuanada.

Como tercer elemento, hemos mencionado las plantas. Todavía se conservan infinidad de costumbres relacionadas con las plantas y los árboles, por ejemplo, la de las hierbas de San Juan. La víspera de San Juan las amas de casa preparaban un manojo, el ramillete de San Juan.

Estos ramilletes se componían de hierbas, flores, planta de maíz, dientes de ajo, ramas de manzano y helecho. Al día siguiente, festividad de San Juan, en la misa mayor se bendecían y luego se colgaban en el desván de la casa para cuando hiciera falta utilizarlos. Los días de tormenta echaban al fuego algunas hierbas de este manojo. Si enfermaba alguien de la casa, hervían las hierbas y tomaban vahos. Las hierbas no utilizadas se quemaban en la hoguera de San Juan del año siguiente.

En Laguardia, los protagonistas de la fiesta son los danzantes, entre ellos el Cachimorro. Mientras ejecutan la danza, entregan los ramos de San Juan a los representantes municipales. Este baile lo ejecutan por la mañana y por la tarde, y por extraño que parezca, lo repiten, reparto de ramos incluido, en la festividad de San Pedro.

A primera hora de la mañana del día de San Juan, se iba descalzo al monte, se cortaban unas ramas de fresno o de espino albar y se traían a casa. Se colocaban a ambos lados de la puerta de casa donde permanecían todo el año, para quemarlos en la fogata de San Juan del año siguiente. Esta costumbre, que se mantiene hoy día; se decía que protegía de las tormentas a la casa y a sus moradores.

Por otra parte, está casi desvanecida la costumbre de realizar esta salida al monte a recoger helecho. En esta jornada solían coger también esta planta para esparcirla en el portal. La dejaban en ese lugar durante unos cuarenta días y luego la guardaban para quemarlas en la hoguera del año siguiente.

En los portales de las casas de Altsasu, el día de San Juan, todavía puede verse helecho, incluso ramas de fresno. Pero se observa una diferencia: ya no engalana cada uno su balcón, sino que son los muchachos del pueblo quienes ponen ramas de fresno y de chopo en los balcones de las muchachas. Aquí se procede como en Lesaka: a las muchachas agraciadas, se le pone ramas de fresno; a las otras, por contra, de chopo.

Ha sido una costumbre extendida izar un árbol grande en un lugar público la víspera de San Juan. La mayoría de las veces un fresno o un chopo. Es una tradición vigente todavía en muchos lugares: Urrestilla, Agurain, Donostia… Después de bendecirlo, prenderlo y lanzarlo al suelo, le quitan trozos de corteza o ramas y se los llevan a casa porque se cree que tienen propiedades mágicas. Hoy día, en vez de la víspera, esta práctica se lleva a cabo el mismo día de San Juan, Doniane-eguna.

Queremos también explicar otra costumbre relacionada con los árboles, más desconocida que las descritas anteriormente, que servía para curar el mal conocido como hernia. La medianoche de la víspera de San Juan dos varones de nombre Juan llevaban al niño enfermo a un lugar donde hubiera un roble. Allí, abrían su tronco con un hacha y pasaban al niño por dicho hueco. Uno de ellos decía “Juanek uzten zaitu” (Juan te deja) a lo que el otro respondía “Juanek hartzen zaitu” (Juan te coge). Después, cerraban la abertura del roble. Si el árbol sobrevivía, el niño sanaría; no así si se secaba. Esta costumbre o variantes de la misma se han practicado en toda Euskal Herria.

En las fiestas de San Juan de Agurain aparecen dos de los elementos mencionados hasta ahora, a saber: el árbol y los ramos de flores. La víspera de San Juan izan un chopo en la plaza de la localidad y lo dejan allí hasta el 25 [de junio]. El mismo día de San Juan, muy de mañana, los miembros del consistorio se trasladan a caballo hasta Arrizala. Después de asistir allí a misa, cuando regresan a Agurain los vecinos aguardan atentos su vuelta para ofrecerles hermosos ramos de San Juan.

Vamos a rematar este recorrido del día de San Juan en Tolosa. Como requiere la ocasión, veremos sus calles engalanadas con ramas de fresno. Además de la melodía del Zortziko de San Juan que se escucha toda la jornada, se baila una danza espectacular llamada Bordon-dantza, que solo se interpreta ese día en conmemoración de una batalla del siglo XIV.

Terminado este recorrido que comenzando en mayo nos ha llevado hasta el solsticio de verano. Por fin, ha llegado el verano, y a partir de ahora, como reza un antiguo dicho: “Orain arte belar, hemendik aurrera gari!” (¡Hasta ahora ha sido el tiempo de la hierba, en adelante el del trigo!)