RITOS DE MAYO

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Tanto en Euskal Herria, como en toda Europa, desde tiempo inmemorial se han practicado multitud de ritos para darle la bienvenida al mes de mayo. Los que se conocen hoy en día son los restos de las fiestas que celebraban en la antigua Grecia y Roma en honor de la diosa Maya. Esta era la diosa de la fertilidad, del crecimiento de los seres vivos y del desarrollo de las plantas. Las celebraciones se manifiestan de diferente manera: Maiatzeko zuhaitza o mayo (un mástil o árbol que se coloca en medio de la plaza) y el monigote, txorimaloa, que va unido a él, Maiatzeko lorak o Flores de mayo y Maiak o Las Mayas.

Esta última representación, aunque antaño era una tradición muy extendida en Nafarroa y Gipuzkoa, hoy en día está casi extinguida. A pesar de todo, esta costumbre sigue aún vigente en Nafarroa, en Baztan. La conocemos con diferentes nombres: Erregina eta saratsa (La reina y el sauce), Erreginetan (A reinas), Maiatzeko erregina (La reina de mayo), o Maia-besta (Las Mayas). Esta celebración tiene lugar el último domingo de mayo, aunque en algunos pueblos se celebraba el primero y los restantes domingos del mes.

Las protagonistas de este día eran las jóvenes del pueblo, las comprendidas entre diez y doce años. Tal y como se ha recogido en algunos testimonios, eran las que habían recibido la primera comunión ese mismo año. De entre ellas, elegían Erregina y Saratsa. Estas se vestían de blanco, portando en la cabeza coronas hechas de ramas de sauce o claveles rojos y blancos; a veces llevaban incluso un sombrero de paja adornado con flores. El resto de las chicas eran las que cantaban y se adornaban con una banda de seda que les llegaba desde los hombros hasta la cintura. Una de ellas tocaba el pandero, que era el único instrumento musical que utilizaban.

La representación se llevaba a cabo de dos maneras. En algunos lugares la reina, Erregina, se sentaba en una mesa con forma de trono y sus ayudantes cantaban coplas y pedían dinero a los viandantes. En otras ocasiones, el grupo de chicas iba postulando de casa en casa.

La primera copla estaba dirigida a la señora de la casa para que saliese a la ventana; al terminar Erregina y Saratsa bailaban una jota que cantaban sus ayudantes. Después, la encargada de tocar el pandero pedía dinero. En caso de recibirlo, les cantaban una copla especial; de no ser así, o en caso de no salir a la ventana, les dedicaban una especie de maldición a todos los de la casa.

El repertorio estaba compuesto de distintas coplas: una para las chicas, otra para los chicos, para los hombres, para las mujeres, para los casados, para los solteros, para los viudos y por último para el cura. Para los que no eran vascos también había una copla especial.

Antaño, el dinero recogido en estas rondas se donaba para la remodelación de la iglesia. Más tarde, las ganancias se dividían en dos partes: con una de ellas se compraban velas para la Virgen y con la otra se compraban dulces y los repartían entre los niños y niñas del pueblo. En otras ocasiones, se organizaba una merienda en casa de la reina, en la que participaban las chicas y sus madres.