De entre todos los ritos de paso, seguramente la boda es junto con el nacimiento la más celebrada. Unida a ella hay muchos ritos y festejos. Algunos de ellos tenían lugar días antes de la boda, por ejemplo las proclamas, deiuneak; la primera visita del novio a la casa de la novia o botagaba; aurpegi-ikustea, que se hacía para afianzar la unión de las dos familias, o para pedir matrimonio, o para especificar el contrato matrimonial y para intercambiar los regalos; la despedida de soltero que sobre todo hacían los hombres con sus amigos -más tarde también las mujeres-; el rito de cantar coplas a los novios con las toberas; el acarreo del ajuar de la novia…
La boda tenía dos partes: la boda propiamente dicha, la celebración eclesiástica, y el banquete o fiesta posterior, ezteiak o ezteguak. La boda no tenía la importancia que tiene hoy en día. La ceremonia religiosa solía celebrarse en día laboral, con pocos invitados, sin apenas interrumpir el trabajo. El mismo día se hacía también el banquete para dar la bienvenida al cónyuge de la hija o del hijo; en este último caso se daba la bienvenida a la nueva señora de la casa.
La boda era fundamentalmente cosa de jóvenes. Eran estos los que se dirigían a la iglesia acompañando a los prometidos, con música y cohetes, en un ambiente jovial. Incluso los testigos se elegían entre los amigos de los novios.
Con el paso de los años, el grupo de invitados formado por los jóvenes se fue incrementando. Además de la familia cercana, se invita también a parientes más lejanos, aumentando así el número de asistentes. Antaño antes de la ceremonia los invitados acudían a la casa del novio o de la novia para dirigirse desde allí a la iglesia. Antes de partir, los de casa les invitaban a tomar un ligero almuerzo. El recorrido desde la casa al templo se hacía por el camino de la iglesia, elizbidea.
Antiguamente era frente a la puerta de la iglesia donde se bendecían las arras y los anillos y se daban el consentimiento, ya que era el lugar indicado para hacer las promesas y juramentos sagrados. A partir de los años cincuenta, la boda comenzó a celebrarse en el interior de la iglesia, frente al altar mayor. Durante la misa, los recién casados se cubrían con el velo humeral.
La salida de los novios causa gran expectación: se les aplaude, se les felicita y, en algunos casos, se les hace un baile de honor y se echan cohetes. Estos últimos años se ha extendido la costumbre de lanzarles arroz.
A veces, en vez de hacerlo el mismo día de la boda, el banquete nupcial se celebraba el domingo siguiente, tras un corto viaje de novios. Ese día la mujer tomaba posesión de la sepultura de la iglesia de su nueva familia, y de ahí en adelante, ella tenía la responsabilidad de hacer las ofrendas a los difuntos de su nueva casa.
Las bodas se podían alargar uno, dos o tres días, dependiendo del estatus y los recursos económicos de la familia. En la víspera se mataban animales para preparar las viandas del banquete de bodas. Las mujeres de la casa preparaban la comida y el comedor con ayuda de los vecinos. Desde la década de los cincuenta, el banquete nupcial se celebra fuera de casa, en restaurantes.