GUIÓN
Estamos en pleno invierno, en febrero, dentro del ciclo carnavalesco. A pesar de que van cambiando según el calendario, la mayoría de las veces los carnavales se celebran en febrero. Los días cada vez son más largos y pronto empezará a renacer la naturaleza, llegará la primavera.
En los próximos minutos, conoceremos algunas de las fiestas que se celebran en esta época.
Algunas de ellas tienen un matiz eclesiástico. Otras, en cambio, conservan los últimos vestigios de creencias, símbolos o costumbres anteriores al cristianismo. En la mayoría de los casos, como es costumbre, veremos las dos perspectivas entremezcladas. Tal y como suele suceder, el cristianismo dejó su impronta en varias de las actividades y costumbres populares de tiempos pasados.
Siguiendo con el calendario, la primera de las fiestas que nos ocupa es la Fiesta de la Purificación de Nuestra Señora o La Candelaria, que se celebra el 2 de febrero. Precisamente este día dan comienzo los Carnavales en muchos lugares de Euskal Herria, para terminar en la Cuaresma, concretamente el Miércoles de Ceniza.
El día de la Candelaria se bendicen los cirios en la iglesia y, después, se emplean en ritos que se realizan en casa o fuera de ella; dichos cirios eran, sobre todo, utilizados por las amas de casa (después de dar a luz, cuando algún familiar fallecía o cuando había tormenta…).
El día siguiente, 3 de febrero, es el día de San Blas. Es tradición llevar a la iglesia los cordones y distintos alimentos para que se bendigan. El cordón se lleva durante unos cuantos días colgado del cuello, para protegerse de los males de garganta. Finalmente, será quemado en el fuego.
La festividad de Santa Águeda siempre ha tenido una gran influencia en nuestras formas de vida populares. El día de esta Santa se celebra el 5 de febrero, pero es la víspera de su festividad la que se celebra en nuestros pueblos y, en especial, entre los jóvenes. Podríamos decir, con toda certeza, que esta santa ha sido, por decirlo de alguna manera, la protectora de los jóvenes y de los grupos de jóvenes de nuestros pueblos desde hace muchísimo tiempo.
Esta santa nació en la isla de Sicilia. El procónsul de Sicilia, al no conseguir atraerla, y tras ordenar que se le impusiera un martirio, la mató a los 21 años de edad.
Esta celebración está muy extendida en toda Euskal Herria. Hoy en día, la tarde o noche de la víspera, es decir, el 4 de febrero, bajo las órdenes de un director, y acompañados de un bastón o makila en la mano, las cuadrillas van de casa en casa, saludando con cánticos y recolectando dinero o comida. En frente de cada casa, y tras cantar los versos de introducción, se procede a cantar dos o tres versos que narran la vida de Águeda, para proseguir con las coplas denominadas notak que se ofrecen a los miembros de la familia. Finalmente, se concluye cantando la despedida. Algunas veces, desde la misma introducción, los cantores comienzan a cantar notas o coplas, pero sin mencionar verso alguno sobre Águeda.
Antiguamente, este día solían hacerse romerías, y las campanas sonaban durante largo tiempo. Se concebía como la fiesta de las mujeres casadas; y estas, libres de los quehaceres domésticos, al parecer, andaban disfrazadas por la calle, pinchando con agujas a los hombres.
La manera de vestir también era especial, a pesar de que hoy en día casi se haya perdido. En la zona de Markina, muchos aún hoy la recuerdan. Decoraban el bastón y el sombrero con cintas de papel o de tela, y también llevaban pañuelos de colores. Algunas veces, también se colocaba una campanilla en la parte superior del bastón. El bertsolari o cantor solía llevar una campanilla en la mano, para marcar el ritmo mientras cantaba. Resulta curioso el parecido que guarda esta indumentaria con la de los quintos de Altsasu.
En Altsasu son los quintos los que celebran esta festividad. Vestidos de manera espectacular, con la ayuda de un burro o caballito recorren las calles para dirigirse a las casas de la mozas… Para dicha celebración, el día de Reyes, se eligen dos reyes que tendrán como cometido organizar la fiesta. Los quintos se dividen en parejas para acudir a casa de las jovencitas. En sus casas, las jóvenes, tras meter en un bastón los roscos preparados a modo de regalo, bailan con los reyes.
A continuación, nos encontraremos con la fiesta más extendida y popular de este ciclo: los carnavales. Dependiendo del lugar, los carnavales se denominan de diferentes maneras: Ihoteak, Aratusteak, Zanpantzar, Karnabal…
Los carnavales no tienen una fecha fija, sino que se establecen de acuerdo a la luna.
El día de Pascua es el domingo después de la primera luna llena de la primavera. Si retrocedemos siete domingos o 50 días, tendremos el Domingo de Carnaval. Alrededor del mismo se establecen los demás principales días del carnaval.
Antiguamente, según el calendario lunar, el año comenzaba en primavera. Se ha de tener en cuenta que el equinoccio de la primavera constituye un momento muy significativo: en esos días, los días y las noches tienen la misma duración. Seguramente, los Carnavales serían la bienvenida que se le solía hacer al año nuevo. Después, a pesar de que el calendario solar cambiara el inicio del año, siguieron manteniéndose algunas celebraciones.
El jueves anterior al Domingo de Carnaval se denomina Jueves de Lardero en Araba. Ese día, los niños van de casa en casa con un gallo, pidiendo y cantando. Antaño, solían sacrificar al gallo y después se lo comían. Ese mismo día se conoce como Eguen Zuri en Bizkaia. Los grupos de niños cantan coplas por distintos lugares.
Como en otras épocas del año, también en Carnavales los grupos salen a la calle en cuestación. Por ejemplo, durante el Jueves Gordo mencionado anteriormente, así como en casi todos los Carnavales de los pueblos que conoceremos a continuación.
Antes hemos mencionado el canto y la música. Y es que estos también tienen su lugar en los Carnavales. En Mundaka, el Domingo de Carnaval, Aratusteak, se celebran con el canto como eje central de la fiesta.
Por la mañana, un gran grupo formado por chicos jóvenes vestidos de blanco sale a la calle. Se les conoce con el nombre de Atorrak. Estos, tras hacer una ronda por las calles acompañados de música y cantos, se dirigen al puerto siguiendo las órdenes del director. Allí se suben al pretil y, entre otras, cantan la canción creada expresamente para cada año.
Cuando hablamos de música enseguida nos viene a la mente el baile. El baile, desde antaño, ha sido un elemento imprescindible en cualquier fiesta. Tanto es así que la danza se ha convertido en eje fundamental de la celebración en los Carnavales de muchos pueblos.
En Antzuola, el Domingo de Carnaval bailan la Sorgin-dantza o Danza de la Brujas. La mitad del grupo de los chicos se viste de mujer y representan el baile, primero amenazándose y después besándose.
En Markina, en cambio, bailan el Zahagi-dantza o Baile de los pellejos. Uno de los bailarines porta sobre su espalda el pellejo y los demás bailan mientras golpean el mismo. Al mismo tiempo, otro personaje importante circula por la calle: el Oso. El pastor lo lleva atado, y el Oso intenta escapar asustando a la gente. El oso es un animal que aparece en los Carnavales de muchos lugares, a pesar de que a veces es una costumbre que está prácticamente perdida.
En los Carnavales de nuestros pueblos también existen disfraces de otros animales, tales como los de ovejas, lobos o caballos. No podemos olvidar que durante mucho tiempo el sustento principal de estos pueblos ha sido la agricultura y la ganadería y que se trata de Carnavales que se han creado conforme a un tipo de vida en contacto con la naturaleza. Incluso una herramienta que se usa en las tareas diarias puede resultar importante en los Carnavales. En el caso de Ituren y Zubieta, por ejemplo, el cencerro constituye el eje de la fiesta.
El cencerro posee cualidades mágicas, y su sonido, al parecer ahuyenta los malos espíritus o protege a los animales de las enfermedades, entre otras cosas. No sabemos si para curar a los animales o para espantar a las brujas, pero el lunes de la última semana de enero o la primera de febrero los Joaldunak o Zanpantzarrak de Zubieta se colocan sus enormes cencerros a la espalda y se dirigen a Ituren. A medio camino, se juntan con los Joaldunak de Ituren y marchan conjuntamente hasta el pueblo. El martes serán los de Ituren los que se dirigirán a Zubieta.
En Uztaritz, el Martes de Carnaval, además de todos los mencionados también aparece otro elemento: el fuego. Y es que el personaje principal de este día, Zanpantzar, termina en el fuego. Junto con otros personajes que también van disfrazados, llevan a Zanpantzar a la plaza del pueblo. Allí lo juzgan y, después de declararlo culpable, lo queman. Este fuego representa el símbolo del rito de transición, el cual también lo encontramos en distintas épocas: en las Navidades y en San Juan, concretamente. Estos personajes representan la época o año que llega a su término, y a través del fuego se limpia lo anterior y se le da la bienvenida a la nueva época.
Marquitos, de Zalduondo, también acaba como Zanpantzar. La mañana del Domingo de Carnaval, lo colocan en lo alto de un palo, frente al palacio. Por la tarde, lo bajan y, acompañado de varios personajes, lo juzgan y lo llevan hasta el lugar en el que será quemado. A través del juicio y la muerte, lo que se pretende es expulsar todo aquello que ha sido perjudicial a lo largo del año, es decir, limpiar la contaminación del año pasado. Al fin y al cabo, la misma palabra carnaval, en euskera, se cree que procede de iautu, que, al parecer, significa limpiar.
Otro personaje importante es Miel Otxin, de Lantz. Su final tampoco es agradable. El Lunes de Carnaval, siguiendo con la tradición, y con Miel Otxin a la cabeza del grupo, se recorre el pueblo. Junto a él va Ziripot que apenas puede andar; Zaldiko intenta echarlo al suelo; los Txatxoak defienden a Ziripot. Finalmente, los herradores conseguirán atrapar a Zaldiko y le pondrán las herraduras. La procesión llegará a su término en la plaza, donde se bailará el zortziko. El martes, llevarán a Miel Otxin a la plaza, lo juzgarán y lo matarán de un tiro. Una vez en el suelo, le prenderán fuego y los Txatxoak bailarán el zortziko alrededor del fuego.
El Carnaval de Lantz es muy exuberante, ya que incluye la práctica totalidad de los elementos mencionados hasta ahora: animales, oficios, juicio, baile y fuego; pero también aparece un nuevo elemento: el castigo. Los Txatxoak, en el pasacalles, mientras defienden a Ziripot, también pegan a la gente. Parece ser que el pegar o castigar también se concibe como rito de limpieza.
Así, en Lesaka, la tarde del Domingo de Carnaval, salen a la calle los Zakuzaharrak. Estos, al igual que Ziripot, también son hombres que cubren su cuerpo con telas de saco. La vejiga que llevan en la mano sirve para pegar a los vecinos que encuentran a su alrededor.
En Altsasu tenemos a los Mamoxorroak. Llevan en la cabeza un cesto adornado con cuernos, y visten una camisa manchada de sangre. En la mano tienen la horca con la que pegan y asustan a la gente mientras andan por la calle. Las chicas les seguirán vestidas de brujas.
En Unanu, los Mamoxarroak cogen unas varas largas e intentan atrapar a las chicas del pueblo. Si no las encuentran en la calle, intentarán hacerlo entrando en sus casas. Todo esto ocurre la tarde del Martes de Carnaval. Pero lo que realmente da espectacularidad al Mamoxarro es la carátula o máscara de hierro que porta en la cara.
La máscara se usa desde antaño en muchos ritos, para transformarse en aquello que imitan, para esconderse… De una manera u otra, llevar la cara tapada es una costumbre muy extendida en los Carnavales. Además de en Unanu, también la llevan los Txatxoak de Lantz, los Zirtzilak de Uztaritz, los Zakuzaharrak de Lesaka, etc.
Y de máscara a mascarada. La Maskarada de Zuberoa la hemos dejado para el final, ya que en la misma aparecen todos los elementos que hemos mencionado anteriormente: la cuestación, los disfraces, la música, el baile, el fuego, la representación, etc.
La Maskarada de Zuberoa se representa desde los primeros días de enero hasta abril o mayo. Cada año la organiza un solo pueblo. No suele ser tarea fácil, ya que se necesitan buenos bailarines para ello. Y es que la danza constituye la esencia de la mascarada. Los que participan en la representación de la mascarada suelen ir disfrazados a los barrios y pueblos de alrededor, divididos en dos grupos: los Rojos, elegantemente vestidos y limpios, y los Negros, sucios y vestidos con ropa peculiar.
Por la mañana, al llegar pueblo, se encuentran con barricadas que tendrán que superar. A pesar de que antiguamente fueran obstáculos reales, hoy en día son lugares simbólicos en los que se les ofrece comida y bebida. Los Rojos pasarán bailando las barricadas, y los Negros, por su parte, haciendo majaderías y sin ningún tipo de orden. Y seguirán así por las calles del pueblo, visitando a los personajes más conocidos.
Por la tarde, la representación tiene lugar en la plaza. Se intercalan el baile y los oficios. Los Rojos son los que bailan. Los bailes más característicos serán Godalet-dantza o Baile del Vaso y Bralia. En las funciones, cada personaje representa su trabajo u oficio: los Herradores pondrán las herraduras a Zamalzain y Txerrero; los Castradores atraparán a Zamalzain y lo castrarán; los Afiladores afilarán la espada del señor; los Caldereros no conseguirán arreglar la marmita que les ha dado el señor; los Gitanos contarán historias largas y entretenidas. Tanto los unos como los otros pedirán ayuda a Pitxu. Este es el personaje más notable entre los Negros, y su función principal es hacer reír. Cuando pretende coger la moneda que el señor les ha tirado al suelo, Pitxu muere. Al final, viene el médico y logra resucitarlo. Para concluir, los bailarines cantarán una canción y, finalmente, los bailarines y los espectadores bailarán conjuntamente.
Aquí sólo hemos mencionado algunos Carnavales de Euskal Herria, los que tienen mayor tradición, los que están en estrecha relación con el mundo agrario. Estos carnavales son ricos en simbología, y año tras año siguen en la misma línea, ya que cuentan con los mismos personajes y las mismas representaciones. Sin embargo, también existen otros Carnavales, como los que se celebran en pueblos o ciudades más grandes. En estos también aparecen algunos de los elementos que se han mencionado (los disfraces, las máscaras, la música, la danza…), pero todos ellos han perdido su significado simbólico, a la vez que se han ido adaptando para responder a las nuevas exigencias. Los Carnavales tradicionales son más estables, y difícilmente se perciben los cambios. Si se preguntara desde cuándo se celebran así, la respuesta sería desde siempre.