Hasta comienzos del siglo pasado fue común pedir la ayuda de un intermediario a la hora de iniciar las relaciones amorosas. La mayoría de las veces era un amigo o un familiar quien intercambiaba los mensajes. Pero también había personas dedicadas expresamente a ello: los casamenteros y casamenteras. Se solicitaba su ayuda sobre todo en ocasiones especiales; cuando los que se iban a casar eran mayores, cuando tenían defectos físicos, cuando tenían mala reputación…
Muchas veces eran los padres quienes acordaban el compromiso sin tener en cuenta la voluntad de sus hijos e hijas. Esto sucedía la mayoría de las veces cuando había una diferencia de edad considerable entre los futuros cónyuges, o cuando uno de ellos era adinerado. A veces estos arreglos también se daban entre tíos y sobrinas. Estas bodas eran bastante peculiares y suscitaban muchos comentarios. La siguiente canción es un claro ejemplo de todo lo dicho con anterioridad.
Amak ezkondu ninduen
Gipuzkoa
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