En un segundo conjunto de coplas para ser cantadas (aparentemente más antiguas y cantadas en concatenación), el coplero, siempre con la respuesta del grupo que lo acompaña, se esfuerza por dedicar un cantar a cada uno de los miembros de las casas que visitan.
Es precisamente en este segundo conjunto de coplas donde aparecen las características más reseñables, bien a nivel de estructura (la composición de la conocida copla tradicional), como desde un punto de vista literario (las imágenes utilizadas para retratar a cada uno de los miembros de la casa), y también etnográfico (las fórmulas y modos de cantar las coplas).
En muchos lugares, los jóvenes antes de iniciar el canto de coplas, preguntaban en cada casa que visitaban si debían cantar o rezar. Si por motivo de defunción había que guardar luto en la casa, los jóvenes, acompañados por los familiares de la casa, recitaban varias plegarias.
Si por el contrario se les daba autorización para cantar, comenzaba el canto. Pero el consentimiento siempre era necesario (a menudo se dice que era el alcalde o alguien cercano a él quien lo daba). Tras esas primeras coplas, se cantaban las dedicadas a los miembros de la casa, siguiendo este orden: el señor de la casa, la señora, el matrimonio joven que residía también en la misma casa, el hijo mayor, la hija soltera… Y a continuación, el resto de personas: el sacerdote que vivía en la casa, los mayores, etc.
En la copla dedicada a cada uno de los miembros del caserío, se hacía mención a una cualidad o atributo del homenajeado: la elegancia y abundancia de bienes del señor, la belleza y generosidad de la señora, la hombría del hijo, el encanto y belleza de la hija…
Ablandaban así los corazones de los de la casa, y a continuación, en la última copla, daban a conocer la verdadera razón de su visita: los jóvenes venían implorando limosna, y bien para el camino o para después de cantar, pedían algo de comer (chorizo, tocino, longaniza, algun huevo, etc.).
Si los de la casa se lo proporcionaban, bien. Pero… si se quedaban con las manos vacías o los de la casa no les hacían ningún caso, los jóvenes lanzaban algún improperio o maldición y se marchaban.
Las coplas precedentes han sido recogidas en Itsasondo y disfrutan de gran reconocimiento en la actualidad. Las siguientes a ellas también son de esta comarca guipuzcoana, y la última serie de coplas ha sido compuesta gracias a algunas variantes recopiladas en Oiartzun.
Oles ta Oles
Itsasondo, Oiartzun (Gipuzkoa)
1. Saludamos a los de casa y llamamos a vuestra puerta. Llamamos a vuestra puerta respondednos buenas gentes. 2. 3. 4. 5. 6. |
7. ¡Ay, qué suave que es el viento! La hojarasca vuela por el aire. Que Dios les dé las buenas noches a las buenas gentes de esta casa. 8. 9. 10. 11. 12. |